RADIOS COMPAÑERAS

lunes, 15 de agosto de 2011

Echegoy 2

previamente

Estos textos comenzaron a escribirse el 28 de julio, el primero enviado a nuestro blog a las 19 y luego, corregido en una línea, el 29 a los dos y media de la tarde. El siguiente comenzó a correr a medianoche del 14, el último pude terminarlo a la diez de la mañana. Algo me urgía y preocupaba y era el cuidado, la cautela, las demasiadas precauciones que se tomaban no sólo en el dominio de lo público, en los discursos, sino en el espacio privado, en las conversaciones e intercambios cotidianos: advertía una incertidumbre, una desconfianza en el resultado final de la compulsa. Como si nadie pudiese arriesgar un resultado y aún los militantes populares se hubieran resignado a esperar el diario del lunes para una alegría que ellos, antes que ningunos, debían comunicar para entusiasmar a un electorado cuyo tenaz silencio, aunque tuviese la decisión tomada por Cristina, prefería guardarla, contenerla en una intimidad que ya es, esa intimidad, ese guardar la decisión de toda amenaza, de cualquier peligro, de presión alguna, un nuevo modo de hacer y vivir la condición ciudadana en cuanto condición política.

Del pueblo se aprende siempre.

Un silencio cauto dominaba esa red virtual que tan impetuosa, asidua, tenaz y desafiante se mostraba por naturaleza. También aquí, quién podía predecirlo, ese silencio, ese recogimiento.

Alguien debía decir algo.

Esta recopilación no tiene en absoluto el objeto de mostrar pericias en el arte de escribir, sino en el arte de decir en el momento justo. Y rescata esa suerte de insistencia, perseverancia y riesgo que en todo momento crítico adoptó La Mirada, y la Asociación Norte Amplio por los Derechos Humanos. Quiero decir, no incluiría yo estos textos en ninguna selección poética. Son esa suerte de textos que uno escribe porque debe, porque entiende necesarios. Y están dedicados a ese puñado de compañeros que sobre su suerte personal, desde que yo recuerde, eligieron privilegiar la suerte del Pueblo, incluso cuando ese Pueblo, más definidamente un sector suyo, le fuera, injustamente, adverso, en sus opiniones apresuradas, es sus provocaciones, en un ejercicio ya tan perseverante de la inmadurez política, que una y otra vez le condena a una suerte, que a esta altura, ya parece recoger los frutos de su siembra en un aislamiento creciente de las masas.

Otro sector, ya más estructurado, poderoso y gravitante en medios, también intentó deslizar hacia los compañeros cierta voluntad de dominio, como si las aguas corridas bajos nuestros puentes durante decenios, no les advirtiesen que el respeto es condición necesaria e ineludible en toda relación política.

Ahora se abre ante nosotros un espacio de disputa por el Poder no menos arduo que el que hace unas horas superamos. De ese desafío, puestas las cosas en su justo sitio, compartiremos luego.

Por lo pronto el memorable triunfo de Cristina, que los medios aún deben estar evaluando como la decisión más ruinosa que pudiesen haber adoptado en los últimos diez años, instalando las primarias como un plebiscito que definiría el destino del Gobierno Nacional, la majestad irrefutable de ese triunfo inapelable, no constituye, no obstante, una garantía de su reelección.

Una Cristina serena, sabia, no contenida, sino en condiciones de contener y reír a pesar de lo sufrido, del acoso, de los miserables cercos padecidos, una Cristina así como se presentara en su discurso posterior al triunfo, es de una necesidad absoluta. A esta altura puedo darme ciertas licencias: una reina de la Democracia es lo que desesperada, imperiosamente reclama el Pueblo.

Lo demás dependerá de unos dirigentes y militantes que es de suponer algo habrán aprendido de la magnífica clase de alta política que les ha proporcionado, en primarias históricas, el Pueblo de sus desvelos.

Dirigentes y militantes populares, pues, antes que conducir deben hoy escuchar, interpretar, aprender cómo, de qué manera, con cuales criterios se hace política de alto rango, política decisiva. En estas primarias triunfó Cristina, porque acaso sólo un maestro hubo, a su altura, tan magnífico como ella: el Pueblo.

La Mirada, los compañeros, la diferencia

escrito entre la madrugada y las diez de la mañana del 14 de agosto, día que luego se supo maravilloso

la mariposa y el fuego III

como todo lo superficial y vano

suele caer: sin amor, sin fuego,

sin gloria: esterilizado en el curso

de lo que creyera una convicción y no fuese

más que un segundo de inspiración, hoja de hierba

en la tormenta


la red escribe demasiado, o habla demasiado

lo que es lo mismo / la disputa termina siendo

tan espectral como sus discursos y razonamientos


no escuché aún un sí inapelable en ese espacio

que dicen define incluso destinos de Gobiernos


nada de eso importa ahora

luego de las siete de la mañana (y ya son más de las 9)

deberás ir por tu destino y el de los tuyos

y el de los nuestros, a paso indio, a paso

de pueblo originario


y cruzarás si es necesario

en yámana canoa el Estrecho hasta la shelknam

Tierra de los Fuegos


esa es la revolución que nos debemos


lo demás son palabras que devorará el desierto

los implacables glaciares que bajan de las cumbres

los despojos últimos de los montes chaqueños


que no sean los otros los que triunfen


después de la victoria y sólo después de la victoria

hablaremos / o no hablaremos ya

puedo prometérselos


ya son casi la diez / los dejo

voy a votar por la muchacha a la que esas derechas

asesinas de indios, gauchos, anarquistas, comunistas, lo que fuese


con petulancia e impunidad de patrones

de estancia, ante nuestras propias narices

de militantes y presuntos revolucionarios

se arrogaron el privilegio de nombrarla yegua


de muchos nada escuché, de otros, poco,

como si de algún modo creyesen que la humillación

se dirigía sólo a ella. No, niños. Se dirigía al Pueblo,

es decir, también a ustedes, a nosotros


así, con cirugía primaria y breve

las Derechas de un solo tajo enmudecieron innumerables lenguas

luego, acaso, vayan también por las gargantas


pero esa es otra historia


cascos escucho que me buscan

una y mil veces votaré por ella


ya son las diez y media

Carlos Echegoy