de los domingos 23 y el lunes
Me parece compañeros les dijese yo desde un espíritu mágico, que ahora advierto, impregnó mis textos aquella semana incierta: no era más, espero que no abismalmente menos, que aquel que sobre ruda roca, en inaccesible caverna, trazara el contorno del bisonte y de la cebra, o uno de ese otro pueblo proclive a dejar constancia, en australes territorios, estampando manos y siluetas de guanacos. Desesperados y pocos eran los que disfrutaron de aquella prodigiosa cena del milodonte, según los ancianos no más veinte. Tal vez fueran más, y por humildad u orgullo, sentimientos contradictorios, los ancianos evitan hablar de cifras y las circunstancias de la cacería. A veces, en las cerradas tinieblas, en mitad del sueño, creemos escuchar un trueno que admitimos el eructo de los ancestros satisfechos. Los ancianos se jactan que allí comenzó la adicción de los argentinos por la carne asada. Nada apoya nuestra presunción de que el evento primigenio fuese un domingo luego de unas elecciones primarias. Menos aún que se cantara allí la marcha peronista. Eso, sin duda, fue una incorporación de generaciones últimas que los ancianos admiten, no sin reírse de semejantes dislates en el Concejo, con esa paciencia y sabiduría de unos expertos en distinguir huellas. Suponen que los chicos van, a pesar de sus saltos y sus vestimentas y sus tatuajes inverosímiles, por buen camino.
Se presume el triunfo, más yo quiero verlo y palparlo en cifras. Olerlo. Yo quiero que nosotros, todos, en masa, como nos llamemos, descamisados o cabecitas negras, que algunos, tal vez no pocos, se apellidarán Fernández, reventemos las urnas dulcemente. Muchos nos prometen que el abismo se abrirá, con toda su ferocidad, el lunes 24, y que al pie de la cornisa nos vendremos a enterar de lo que realmente pasa. No los contradigo, tal vez, acaso se entere el pueblo, ese 24 lunes, de sufrimientos que no haya padecido antes. No lo creo, es un argumento que cae, antes de ser, por su reaccionaria gravedad, por su pesimismo burdo, por su rictus que a veces, ciertamente, parece, deslumbrado por su vasto dominio, dibujar su desprecio del pueblo en las comisuras del enemigo.
De modo que otra vez iremos por lo nuestro. Sabemos, previamente, que nada es sencillo, ni seguro absolutamente, ni estará la flor, sin ser abonada por sufrimientos, sobre el vientre de la muchacha. Más eso, repetido hasta el cansancio, no lo hace nuevo.
Estaremos con ella este 23, domingo, aunque fuese martes o jueves y lloviese tanto y durante mucho tiempo sobre el caserío. Lo demás será en su momento, según convenimos el 14.
Y así seremos victoriosos, siempre, denlo por descontado y bello.
carlos echegoy (22/10/11)