"Somos
muy pocos los familiares que vivimos, nos sentimos sobrevivientes"
Declararon los hermanos de Ulla y
Toschi y la cuñada de Pujadas. En sus testimonios relataron la persecución que
sufrieron los familiares de las víctimas de Trelew desde los días posteriores
al fusilamiento hasta entrada la dictadura.
Familiares
de tres de las víctimas de la Masacre de Trelew declararon ayer sobre la
persecución que sufrieron por sus vínculos con los 16 presos políticos
fusilados en la Base Almirante Zar. “Somos muy pocos los familiares que
vivimos. Nos sentimos sobrevivientes”, dijo Julio Cesar Ulla, hermano Jorge
Alejandro Ulla, asesinado en la madrugada del 22 de agosto de 1972. Desde las
10 de la mañana, también atestiguaron el hermano de Humberto Toschi y la cuñada
de Mariano Pujadas.
Los testigos dieron cuenta de las represalias de la dictadura de Agustín Lanusse luego de la fuga de los presos del penal de Rawson, situación que continuó con la Triple A y con la última dictadura cívico-militar. “Que fuéramos familiares de los detenidos en ese momento ya nos hacía tener una participación política”, explicó Ulla. Durante su testimonio relató la última imagen que tiene de su hermano Jorge en la celda de la Base Almirante Zar, imagen que pudo reconstruir a partir del relato que le hicieron los sobrevivientes, quienes le contaron que escucharon el grito de su hermano que decía “tirá, asesino hijo de puta”.
“Repasé muchas veces esa escena, traté de imaginarla cómo habría recibido ese tiro a quemarropa. Él ya tenía un tiro en el muslo y estoy seguro que intentó pararse para morir de pie, porque él era así, y seguro que tenía una sonrisa”, contó con dolor.
El testigo reconstruyó el momento en que le sacaron fotos al cuerpo de su hermano, que hace unas semanas entregaron a la justicia, y repasó la represión en el entierro y la persecución que sufrió en carne propia luego de la masacre.
Su primera detención fue en el homenaje que se hizo en Córdoba al cumplirse un mes de los fusilamientos: “Me llevaron al D2, donde pasé varios días. Un día me forzaron a ir a mi casa para allanarla, no encontraron nada pero al ver el moisés de mi hijo me dijeron que me despidiera porque no lo iba a ver más. Cuando al otro día me llamaron por mi nombre pensé que ya estaba, pero me entregaron el dinero, el cinto y me liberaron”, detalló. La segunda vez también fue durante un homenaje por Trelew. Esta vez lo llevaron al campo, lo golpearon y le gritaron que empezara a correr. “Salí corriendo y cuando llegué a un campo donde había unos repollos enormes me di vuelta y el celular ya se estaba yendo”, agregó. Ya en 1976, en Santa Fe, nuevamente lo fueron a detener. “Les dije que trabajaba en la cárcel de mujeres. No había celulares así que se fueron y me dijeron que no saliera de la casa hasta que ellos volvieran. No regresaron pero fue la noche más larga de mi vida”, recordó.
Al finalizar su testimonio, Ulla quiso hablarle al tribunal. “Les deseo que tengan un justo y contundente veredicto para cerrar estos delitos y decir Nunca Más”, manifestó y agregó: “Mi presencia aquí es el legado de mi padre, él me dijo que si esto llegaba a la justicia tenía que estar presente y acá estoy con mis cuatro hijos.”
Otra de los testimonios fue el de Eduardo Alberto Toschi, hermano de Humberto Toschi, dirigente del PRT-ERP asesinado en Trelew. El testigo indicó que su familia sufrió más de 19 allanamientos desde la fuga hasta que decidieron exiliarse.
Minutos antes se presentó Ana María Bigi, ex cuñada de Mariano Pujadas, quien relató la represión que sufrió la familia del dirigente de Montoneros, al recordar el secuestro, torturas y asesinato en 1975 de los padres y hermanos de Pujadas, entre ellos Jorge, su ex pareja. “Hubo muchos allanamientos a la granja que tenía la familia en Córdoba pero el 13 de agosto de 1975 se llevaron a la familia y los mataron. Los torturaron a todos y les arrojaron granadas a los cuerpos para despedazarlos. Todos tenían tiros de gracia menos mi suegra, a quien habían matado en la casa. Al día siguiente fui a la granja y estaban los cuatro cajones”, señaló. El hecho fue reivindicado por el Comando Libertadores de América, la versión cordobesa de la Triple A. “Firmaron con las siglas una imagen de Mariano y también tiraron en el inodoro un busto de él”, rememoró. Ella y los hermanos de Pujadas que se habían salvado partieron luego al exilio. “Pujadas era como una mala palabra. A mi mamá y a mi papá los echaron de su trabajo por tener nietos con ese apellido”, finalizó.
Los testigos dieron cuenta de las represalias de la dictadura de Agustín Lanusse luego de la fuga de los presos del penal de Rawson, situación que continuó con la Triple A y con la última dictadura cívico-militar. “Que fuéramos familiares de los detenidos en ese momento ya nos hacía tener una participación política”, explicó Ulla. Durante su testimonio relató la última imagen que tiene de su hermano Jorge en la celda de la Base Almirante Zar, imagen que pudo reconstruir a partir del relato que le hicieron los sobrevivientes, quienes le contaron que escucharon el grito de su hermano que decía “tirá, asesino hijo de puta”.
“Repasé muchas veces esa escena, traté de imaginarla cómo habría recibido ese tiro a quemarropa. Él ya tenía un tiro en el muslo y estoy seguro que intentó pararse para morir de pie, porque él era así, y seguro que tenía una sonrisa”, contó con dolor.
El testigo reconstruyó el momento en que le sacaron fotos al cuerpo de su hermano, que hace unas semanas entregaron a la justicia, y repasó la represión en el entierro y la persecución que sufrió en carne propia luego de la masacre.
Su primera detención fue en el homenaje que se hizo en Córdoba al cumplirse un mes de los fusilamientos: “Me llevaron al D2, donde pasé varios días. Un día me forzaron a ir a mi casa para allanarla, no encontraron nada pero al ver el moisés de mi hijo me dijeron que me despidiera porque no lo iba a ver más. Cuando al otro día me llamaron por mi nombre pensé que ya estaba, pero me entregaron el dinero, el cinto y me liberaron”, detalló. La segunda vez también fue durante un homenaje por Trelew. Esta vez lo llevaron al campo, lo golpearon y le gritaron que empezara a correr. “Salí corriendo y cuando llegué a un campo donde había unos repollos enormes me di vuelta y el celular ya se estaba yendo”, agregó. Ya en 1976, en Santa Fe, nuevamente lo fueron a detener. “Les dije que trabajaba en la cárcel de mujeres. No había celulares así que se fueron y me dijeron que no saliera de la casa hasta que ellos volvieran. No regresaron pero fue la noche más larga de mi vida”, recordó.
Al finalizar su testimonio, Ulla quiso hablarle al tribunal. “Les deseo que tengan un justo y contundente veredicto para cerrar estos delitos y decir Nunca Más”, manifestó y agregó: “Mi presencia aquí es el legado de mi padre, él me dijo que si esto llegaba a la justicia tenía que estar presente y acá estoy con mis cuatro hijos.”
Otra de los testimonios fue el de Eduardo Alberto Toschi, hermano de Humberto Toschi, dirigente del PRT-ERP asesinado en Trelew. El testigo indicó que su familia sufrió más de 19 allanamientos desde la fuga hasta que decidieron exiliarse.
Minutos antes se presentó Ana María Bigi, ex cuñada de Mariano Pujadas, quien relató la represión que sufrió la familia del dirigente de Montoneros, al recordar el secuestro, torturas y asesinato en 1975 de los padres y hermanos de Pujadas, entre ellos Jorge, su ex pareja. “Hubo muchos allanamientos a la granja que tenía la familia en Córdoba pero el 13 de agosto de 1975 se llevaron a la familia y los mataron. Los torturaron a todos y les arrojaron granadas a los cuerpos para despedazarlos. Todos tenían tiros de gracia menos mi suegra, a quien habían matado en la casa. Al día siguiente fui a la granja y estaban los cuatro cajones”, señaló. El hecho fue reivindicado por el Comando Libertadores de América, la versión cordobesa de la Triple A. “Firmaron con las siglas una imagen de Mariano y también tiraron en el inodoro un busto de él”, rememoró. Ella y los hermanos de Pujadas que se habían salvado partieron luego al exilio. “Pujadas era como una mala palabra. A mi mamá y a mi papá los echaron de su trabajo por tener nietos con ese apellido”, finalizó.
Gerardo Aranguren - Tiempo Argentino
“Pujadas estaba cosido como un
matambre y tenía 16 tiros”
El relato
de Ana Bigi, cuñada del montonero. Se emocionó hasta las lágrimas al revivir detalles de dolor.
El cadáver de Mariano Pujadas tenía un rostro en
paz, sereno. Así lo describió su cuñada Ana María Bigi, que declaró ayer en
Rawson. “Pero tenía 16 tiros, estaba desnudo y lo habían cosido como un
matambre, como si hubiese habido una autopsia”, agregó ante el silencio del
recinto. Habían abierto el cajón para verificar el cuerpo. El dato coincide con
los dichos de Miguel Marileo, el funebrero de Trelew que encajonó los cuerpos
en la Base Zar.
A Pujadas lo velaron en la granja familiar de Córdoba. “El entierro fue impresionante porque la ruta desbordaba de gente hasta llegar al cementerio y el campo estaba frente al Liceo Militar”, recordó. Bigi fue pareja de José, hermano de Mariano. Por teléfono, Vaca Narvaja padre fue quien avisó de los fusilamientos. “José atendió, se sentó y quedó pálido, fue toda una situación muy rara y confusa. Dijo que algo había pasado y que habían matado a Mariano”. Una semana antes la radio les había avisado del intento de fuga.
En agosto del ´75 estaba separada de José pero la bronca militar igual la alcanzó. “Seguro que hubo más de 10 allanamientos en mi casa pero por una suerte particular no estuve en ninguno. Molestaban todo el tiempo”. La noche del 13 de agosto del ´75 un grupo militar entró a la granja Pujadas. Se los llevaron de madrugada: eran Josefa y José María, los padres; sus hijos José, María José y Víctor; la esposa de José y la beba de ambos, María Eugenia. “Nos matan”, se dijeron los más jóvenes apenas los subieron al auto. Víctor, de 11 años, y María Eugenia, de tres meses, se salvaron. La esposa de José quedó hemipléjica y murió en 1985.
Fue otra masacre que quedó en la historia. A Josefa le rompieron la cabeza de un culatazo, la ahorcaron y la subieron muerta al coche. José María padre murió último y vio cómo vejaban a su familia. Los torturaron y arrojaron sus cuerpos en el pozo de un viejo aljibe, con tiros de gracia. Tiraron granadas pero sus cuerpos quedaron reconocibles. Un busto de Mariano fue a parar al inodoro y un cuadro con su rostro quedó pintarrajeado por un tal Comando Libertadores de América. Los velaron en la granja.
“Quise ir enseguida pero mi papá me convenció de que era muy peligroso. Seguro que los mataron, me decía. Llamé varias veces por teléfono y me atendían voces desconocidas. Eso me dio miedo”, relató la testigo.
A Pujadas lo velaron en la granja familiar de Córdoba. “El entierro fue impresionante porque la ruta desbordaba de gente hasta llegar al cementerio y el campo estaba frente al Liceo Militar”, recordó. Bigi fue pareja de José, hermano de Mariano. Por teléfono, Vaca Narvaja padre fue quien avisó de los fusilamientos. “José atendió, se sentó y quedó pálido, fue toda una situación muy rara y confusa. Dijo que algo había pasado y que habían matado a Mariano”. Una semana antes la radio les había avisado del intento de fuga.
En agosto del ´75 estaba separada de José pero la bronca militar igual la alcanzó. “Seguro que hubo más de 10 allanamientos en mi casa pero por una suerte particular no estuve en ninguno. Molestaban todo el tiempo”. La noche del 13 de agosto del ´75 un grupo militar entró a la granja Pujadas. Se los llevaron de madrugada: eran Josefa y José María, los padres; sus hijos José, María José y Víctor; la esposa de José y la beba de ambos, María Eugenia. “Nos matan”, se dijeron los más jóvenes apenas los subieron al auto. Víctor, de 11 años, y María Eugenia, de tres meses, se salvaron. La esposa de José quedó hemipléjica y murió en 1985.
Fue otra masacre que quedó en la historia. A Josefa le rompieron la cabeza de un culatazo, la ahorcaron y la subieron muerta al coche. José María padre murió último y vio cómo vejaban a su familia. Los torturaron y arrojaron sus cuerpos en el pozo de un viejo aljibe, con tiros de gracia. Tiraron granadas pero sus cuerpos quedaron reconocibles. Un busto de Mariano fue a parar al inodoro y un cuadro con su rostro quedó pintarrajeado por un tal Comando Libertadores de América. Los velaron en la granja.
“Quise ir enseguida pero mi papá me convenció de que era muy peligroso. Seguro que los mataron, me decía. Llamé varias veces por teléfono y me atendían voces desconocidas. Eso me dio miedo”, relató la testigo.
Disfraces
Antes de estos episodios los tres sobrevivientes de
Trelew visitaron la granja disfrazados de turistas y contaron lo sucedido el 22
de agosto. “Su relato es el conocido: varios murieron desangrados y no los
atendieron enseguida, que los hicieron salir de las celdas, formar y mirar al
piso. Ahí empezaron a tirar”. Según la versión de Berger, “creyó que era otro
simulacro de fusilamiento con municiones de fogueo pero cuando vio caer a
Mariano se dio cuenta de que eran balas de verdad”.
Bigi escapó a Italia y le costó dejar de vivir sin terror. “A los Pujadas les perdí el rastro porque así habíamos quedado, no traté de comunicarme con ellos. Tenía hasta temor de hablar por teléfono por si alguien escuchaba”. Nadie de la familia de Mariano se quedó en el país.
“Vine muchas veces a Trelew, la última 15 días antes de la fuga. Nos abrieron el comedor del penal y fue muy emotivo. Seguro que todo lo que sucedió después tuvo conexión con la Masacre –admitió ante el tribunal-. Hubo muchas consecuencias para todos y Pujadas era una mala palabra”.#
Bigi escapó a Italia y le costó dejar de vivir sin terror. “A los Pujadas les perdí el rastro porque así habíamos quedado, no traté de comunicarme con ellos. Tenía hasta temor de hablar por teléfono por si alguien escuchaba”. Nadie de la familia de Mariano se quedó en el país.
“Vine muchas veces a Trelew, la última 15 días antes de la fuga. Nos abrieron el comedor del penal y fue muy emotivo. Seguro que todo lo que sucedió después tuvo conexión con la Masacre –admitió ante el tribunal-. Hubo muchas consecuencias para todos y Pujadas era una mala palabra”.#
Fuente: La Jornada (Chubut)