“Nadie puede
arrogarse condicionar”
La Asociación Norte
Amplio por los Derechos Humanos manifiesta su preocupación por el
pronunciamiento que involucra a prefectos y gendarmes, según sus públicas
manifestaciones, disconformes con la liquidación de sus salarios, que habrían
sido despojado componentes decisivos vigentes hasta el momento. Hasta aquí una
demanda natural y previsible de trabajadores que requieren la permanencia del
poder adquisitivo del salario.
Saben prefectos y
gendarme con cuánta minuciosidad y cautela tratan lo funcionarios del área
pronunciamientos e insubordinaciones que repercuten en una presencia y
disponibilidad de agentes vitales para cualquier política de seguridad que los
requiera. No contamos con la información que pudiese esclarecernos las razones
de una decisión extrema. Tampoco si se intentaron vínculos y conversaciones
para superar las desavenencias. En estos casos puntuales las respuestas no
suelen ser inmediatas. Pero talantes y humores, de una y otra parte,
predispuestos al diálogo y el consenso pueden abordarla. Ya nos extenderemos
sobre este asunto, revisando la opinión de expertos, pero sin experimentarnos
deudos.
Por lo pronto La Mirada,
ese programa ignoto del extremo Occidente, cuyo nombre fuese escamoteado por
tres o cuatro ignorantes cuya frontera nacional es una suerte de muro de Berlín
pero sudamericano, pudo anticipar el lunes lo que otros escribieran siete días
luego. Los derechos de autor no se reconocen en ninguna parte, sean los buenos
o los malos los que los garrapateen siempre urgidos por el tiempo, siempre
fascinados por las cornisas, siempre entre el abismo y el despeñadero, también
los compañeros adictos no menos al fulgor que al filo de las navajas, pero
siempre también olfateando como sabuesos por donde discurre eso de las
estatuillas, eso de las cenas y los discursos de la humildad en el resplandor
que ciega y enamora. Pero ese es otro tema.
Nadie puede arrogarse condicionar a un Gobierno cuyas políticas de Estado legitimaran, hace poco más de un año, abrumadoras mayorías. Un pueblo que estime sus pronunciamientos soberanos e indisputables, y fuera absolutamente del alcance de individuos y de grupos, no tan expeditivamente resignará sus logros democráticos, su paciente construcción de una sociedad con mayores niveles de equidad y de justicia. No importa cuán cerca o lejos se pretenda nadie del Gobierno Nacional y específicamente de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, la adhesión o el rechazo tendrán siempre la oportunidad de expresarse libremente, de derramar incluso hasta la exasperación su virtuosismo crítico. Pero no lo hará a los pechazos y de cualquier manera. Este es el sentido profundo, contemporáneo e inclusivo en que recrea su sentido la consigna que apela a la sangre derramada. No es la sangre, precisamente, lo que hace la diferencia. Es la acumulación de sufrimientos de larga data, contemporáneos y superpuestos lo que dirime, en elecciones libres y democráticas, la voluntad de un pueblo que ha visto demasiado como para suponerse ingenuo y desinformado.
"Con más Democracia y sin Impunidad" decía aquel afiche |
En esa madurez política
profunda que no pocos desestiman, elige, una vez cada cuatro años, lo que
prefiere. Y elige rotundamente, sin dejar lugar a dudas. Obliga a propios y
extraños a un recurso para el que no hay un vocablo, un concepto preciso, al
momento de capturarlo: algo que vincula de manera abyecta y distorsionada, como
una mueca en un rostro fresco y recién salido de la ducha, la defensa de la
democracia y el desprecio de las muchedumbres.
De manera que se deberán investigar los hechos con un celo en absoluto defensivo. Un Estado que se precie de ser representativo de mayorías, como es el caso, irá por el hueso sin distraerse ni confundirse por la red de nervios que le exigen premuras imposibles. Si es verdad que el Gobierno es el pueblo, el Gobierno es inaccesible a los intempestivos y destituyentes. También deberá aprender el pueblo a convivir con ellos sin arredrarse ni atemorizarse, sin experimentar en riesgo su voluntad.
De manera que se deberán investigar los hechos con un celo en absoluto defensivo. Un Estado que se precie de ser representativo de mayorías, como es el caso, irá por el hueso sin distraerse ni confundirse por la red de nervios que le exigen premuras imposibles. Si es verdad que el Gobierno es el pueblo, el Gobierno es inaccesible a los intempestivos y destituyentes. También deberá aprender el pueblo a convivir con ellos sin arredrarse ni atemorizarse, sin experimentar en riesgo su voluntad.
La pregunta de rigor es
cuántos millones de sufragios debe invertir un pueblo si un 55% es insuficiente
para librarlo de incertidumbres. Tal vez algo haya en esa estampida instintiva
y defensiva del arco democrático, de reconocimiento a grupos residuales y en
repliegue cuyo exclusivo y acotado recurso para hacerse visibles es el puntual
zarpazo sobre hombres y mujeres desguarnecidos. Es una ofensiva que rabia ante
su descomunal y perseverante derrota, que se les ocurre, por prolongada como
nunca antes, eterna.
Si fuese convocado el
pueblo llano a expresar su voluntad mañana, la ya legendaria yegua se alzará
con el 54 % de los sufragios, tal vez con un 56 %, tal vez con un 58 %. En
absoluto es improbable.
¿Por qué no es
suficiente nunca ninguna cifra para que los argentinos se experimenten libres y
seguros? No es sólo por la presión destituyente de los medios, aunque influya.
Es porque los argentinos, desde que conformaran algo que pudiese reunirlos en
un mismo territorio y nombrarlos del mismo modo, y aún antes, conciben la
incertidumbre constitutiva y distintiva de lo que son y no querrían dejar de
ser aunque sufragaran una y mil veces para negarlo sin que nadie, incluido el
Imperio, les tuviese que empujar, ni tan siquiera distorsionar y manipular las
cifras para ser favorecido.
Esa es la revolución
virtuosa que se espera. La legendaria mujer no descansará, ni puede descansar.
Reina, también gobierna. Pero no desconoce sobre quiénes, unos ciudadanos, que
por mucho que vociferen respecto al futuro de sus hijos, por mucho que demanden
seguridad y previsibilidad, son una peculiar estirpe y raza de equilibristas y
suicidas en potencia, una raza y estirpe para los que la vida consiste en una
cuerda tendida sobre el abismo. La oposición no existe. El problema es que
existen los argentinos, entre los que imagino, estaré incluido.
Pero lo primero es lo
primero, así razonamos los argentinos, así nos entendemos nosotros. Lo primero
es la reforma constitucional que posibilite la reelección de la yegua. De lo
demás nos ocuparemos luego.
2
Pero en un contexto
latinoamericano que supone adverso, los Estados Unidos de América comienzan a
mostrar una cierta inquietud sobre gobiernos que en absoluto integran a sus
programas estratégicos disputar la propiedad de los medios de producción. El
socialismo del XXI no es el del XIX, es una suerte de equidad distributiva en
condiciones de garantizar a cientos de millones previsibilidad y certidumbre.
Si el Departamento de Estado no quiere, contra abrumadora prueba, reconocerlo,
es por la presión de una docena de multinacionales cuya bandera no es la que
flamea con bandas y estrellas en mástiles de cancillerías, consulados y buques
de guerra. Revelando que aún esa Nación que se admite razonable, no es inmune
al terrorismo. No de los musulmanes, que ya no son, en virtud de una
cruzada de medios de prensa no sólo norteamericanos, que demostraron y
demuestran niveles de sumisión, descontrol, abyección y salvajismo
sin precedentes, de manera que para el común no son los musulmanes un pueblo o
unos pueblos como otros tantos, constituidos por sujetos de derecho, por
personas y familias, sino una suerte de subespecie de homo sapien sapiens,
portadores de una peculiar mutación genética que hace que las mujeres de
confesión islámica alumbren niños munidos de artefactos explosivos dispuestos a
estallar en el momento oportuno, por lo general en espacios y enclaves
fortificados de Occidente en Oriente.
Quienes escribimos desde
un remoto lugar del Extremo Occidente, no seremos jamás escuchados.
Nada nuestro por razonable fuere caerá en suelo fértil. No obstante nuestro
pecado no será la ingenuidad ni la indiferencia. Poco importa que la golondrina
suelta, por mucho que se esfuerce, muera sin hacer verano. Lo que importa es el
trazo.
La mulsumanidad...
Lo que en verdad ocurre
es que el Gobierno norteamericano es impotente para controlar a sus propios
súbditos, a sus ciudadanos inestables y enloquecidos. O acaso él mismo
enloquecido, no puede ya advertirlos. Por ello en Punta del Este esos
inestables ciudadanos norteamericanos, funcionarios de organismos subterráneos,
intentarán conformar asociaciones ilícitas, no para beneficiar siquiera a
Estados Unidos, sino para hacer del crimen y la violación de los derechos y
garantías ciudadanos, una política de Estado. Como si la descendencia en
irreversible descomposición de aquellos progenitores que se arrogaran una
invencible vocación democrática, se dijesen los unos a otros, en
su criminal, devastadora ignorancia: “Lincoln, ah sí, Lincoln… algo
me acuerdo de este tipo. Espero lo hayan suprimido”.
3/10/12