PÁJAROS
METÁLICOS
Por Carancho Ramírez
Por Carancho Ramírez
Éramos niños y no le dábamos importancia a los conflictos callejeros, entre “Cabodehacha” y Gilú Saucedo, por eso no entendimos cuando el primero, que era
gorila le gritaba: “Gilú…preparen la
colita los peronistas” y éste miraba el cielo con los puños apretados de
bronca e impotencia. Bombardeaban Plaza de Mayo.
Nosotros rumbeábamos desentendidos de la tragedia, hacia las afueras del barrio sur de Anyelville. Gomera, recortados.
Sabíamos que las bandadas de morajúes tenían en la Laguna del Viejo Retamar y en el montecito de Pérez sus pistas de aterrizaje. No nos calentaba la pelea de estos borrachos.
Si nos preocupó el silencio de ésa tarde de junio, con un ocaso rojizo y una banda negra que parecía un medio luto puesto a la fuerza sobre el cielo del barrio sur.
Nosotros rumbeábamos desentendidos de la tragedia, hacia las afueras del barrio sur de Anyelville. Gomera, recortados.
Sabíamos que las bandadas de morajúes tenían en la Laguna del Viejo Retamar y en el montecito de Pérez sus pistas de aterrizaje. No nos calentaba la pelea de estos borrachos.
Si nos preocupó el silencio de ésa tarde de junio, con un ocaso rojizo y una banda negra que parecía un medio luto puesto a la fuerza sobre el cielo del barrio sur.
Y el
silencio. Un silencio que escondió a los morajú, amordazó a los teros,
aterrorizó a las garzas y acobardó a los crestones.
Estábamos solos en medio del silencio. Éramos niños.
No sabíamos que allá lejos, en los adoquines cercanos a La Rosada, el pueblo humilde pintaba con sangre inocente las primeras páginas de un holocausto histórico.
Nos trepamos al eucalipto de la Viejita Isabel. Es nuestra Guernica, gritaba la loca del barrio.
De lo alto vimos como siempre salir de los ranchos del barrio taninero pequeñas columnas de humo. Fumata pacífica y repetida de un pueblo adicto al trabajo, respetuoso de Dios y amante de la paz, que creía infantilmente en la consigna de la casa al trabajo y se acobachaba temprano para remar con su esfuerzo ése barco- que al decir de Evita- lo conducía Perón...
Pero era un humo triste, débil, de fogatas que parecían extinguirse.
Nos asustamos.
Estábamos solos en medio del silencio. Éramos niños.
No sabíamos que allá lejos, en los adoquines cercanos a La Rosada, el pueblo humilde pintaba con sangre inocente las primeras páginas de un holocausto histórico.
Nos trepamos al eucalipto de la Viejita Isabel. Es nuestra Guernica, gritaba la loca del barrio.
De lo alto vimos como siempre salir de los ranchos del barrio taninero pequeñas columnas de humo. Fumata pacífica y repetida de un pueblo adicto al trabajo, respetuoso de Dios y amante de la paz, que creía infantilmente en la consigna de la casa al trabajo y se acobachaba temprano para remar con su esfuerzo ése barco- que al decir de Evita- lo conducía Perón...
Pero era un humo triste, débil, de fogatas que parecían extinguirse.
Nos asustamos.
Para
colmo las chimeneas de la taninera y de la aceitería no hacían volar sus cintas
de plata sobre el cielo del barrio sur.
Perdimos la noción del tiempo.
El “guampero” llamaba a los gritos para que cuidemos las viejas calderas, el sueño laboral de los hombres de Octubre y los convenios.
Pájaros metálicos cubrieron el cielo del Barrio Industrial.
El monte dejó de ser monte.
La Laguna del Viejo Retamar se secó y nosotros vimos pasar rumbo al olvido a una oxidada caldera.
La chimenea vieja, alta y solterona- busca entre los escombros al pito “guampero” que en las madrugadas febriles se arrimaba a las catreras de los hombres simples para despertarlos y seguir soñando.
Perdimos la noción del tiempo.
El “guampero” llamaba a los gritos para que cuidemos las viejas calderas, el sueño laboral de los hombres de Octubre y los convenios.
Pájaros metálicos cubrieron el cielo del Barrio Industrial.
El monte dejó de ser monte.
La Laguna del Viejo Retamar se secó y nosotros vimos pasar rumbo al olvido a una oxidada caldera.
La chimenea vieja, alta y solterona- busca entre los escombros al pito “guampero” que en las madrugadas febriles se arrimaba a las catreras de los hombres simples para despertarlos y seguir soñando.
(Publicado en Revista IDA Y VUELTA
16/06/2012)