Opinion
El 3 de enero de 1833 el Reino Unido de Gran Bretaña ocupó lo que legítimamente era parte del territorio argentino. Las islas Malvinas son un claro acto de usurpación, pero el 2 de abril de 1982, el país despertó con la noticia de que las tropas argentinas habían desembarcado en Malvinas.
Hubo una eclosión de sentimientos encontrados y de ideas opuestas. Estaban allí amalgamadas la alegría por la recuperación de lo propio, de algo nuestro, en un acto de absoluta justicia, y también estaba la sensatez y el temor de librar una guerra nada menos que contra el imperio Británico. Y fue una decisión tomada por una dictadura desgastada que no midió sus consecuencias.
Ahora otra vez el imperialismo trata de imponer su lógica. Lo hizo en 1833 y lo está haciendo ahora, pero las grandes potencias parecen no percibir el cambio que se dan por estos tiempos en el mundo, y que hace pocos años atrás comenzó a darse en América Latina.
Durante el conflicto bélico de 1982, en la región predominaban las dictaduras miliares. Allí el plan Cóndor o la Escuela de las Américas unían a la mayoría de los gobiernos de facto.
En aquellos tiempos el TIAR (Tratado Interamericano de Ayuda Recíproca), que fomentaba Estados Unidos, fracasó rotundamente cuando a partir de los ataques británicos a las islas Malvinas, el reclamo para respaldar a la Argentina no fue escuchado. Es más, fue ignorado, porque ese mismo país le dio la espalda a la región, apoyando a su histórico e incondicional aliado.
Combustible, armas y el apoyo logístico desde la isla Ascensión eran cedidos por Estados Unidos mientras al mismo tiempo actuaba como mediador.
En 2010, mientras el Reino Unido iniciaba la búsqueda de petróleo en nuestro mar austral, realizaba prácticas militares con misiles en nuestras islas Malvinas: junto con su histórico aliado intentó demostrar que está presente, y activos, como ocurre con la Cuarta Flota, con las siete bases con militares estadounidenses en Colombia, y con los últimos discursos del presidente Estados Unidos, Barack Obama, de paso por la región al mismo tiempo que ordenaba el bombardeo a Libia.
Con las mismas intenciones los británicos mantienen una estructura militar sobredimensionada en la región, hasta con armamento nuclear en la base de Mont Pleasant, en nuestras islas.
Una base que duplica en cantidad de hombres a los habitantes de las islas (que aún viven como si fueran un virreinato, con un gobernador designado a dedo por la reina); un lugar donde, por ejemplo, se han entrenado tropas británicas para ir a Irak.
Además, esa base aérea está allí en resguardo de los recursos naturales no renovables, como el petróleo, como la reserva acuífera de la Antártida (donde el gobierno británico también reclama su soberanía en la misma zona que es pretendida por Argentina), y los recursos ictícolas de la región.
En contraste, se va construyendo el actual fenómeno de integración de los países de la región, en donde el único camino posible es el de la paz. Y coincido con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en que hay que reclamar en los foros internacionales: en Naciones Unidas, en la OEA y fundamentalmente apoyarse en la Unión de Naciones del Sur, Unasur, que en los últimos tiempos mostró su eficacia.
No hay dudas que se deben democratizar las Naciones Unidas, porque el Reino Unido se permite este tipo de bases y de ejercicios militares violando las propias resoluciones de las Naciones Unidas.
Parece que el imperio británico y su corona no se han dado cuenta que los tiempos están cambiando y especialmente en nuestra América Latina, que por estos días es un ejemplo de paz e integración entre sus pueblos. Y Malvinas requiere de reclamo de soberanía por un único camino, el de la paz.
Por otra parte, a 29 años del conflicto, como dice Estela de Carlotto, los ejes de Malvinas deben ser memoria, verdad y justicia. Memoria por los caídos, por los que no soportaron tanta desidia y por todos aquellos que dieron la vida allá y acá por la soberanía. Verdad, porque sin ella ninguna sociedad crece ni se desarrolla. Y Justicia para que no exista más impunidad.
Hoy estamos intentando estar nuevamente de pie y tomados de las manos para defendernos de todas las usurpaciones que viene sufriendo nuestro territorio. Que el recuerdo de la Guerra de Malvinas nos sirva para seguir construyendo. Las Islas Malvinas son Argentinas, pero también son de América Latina.