Con mucha memoria…
DANIEL CIAN, ARTISTA PLÁSTICO
En el programa radial La Mirada, que Norte Amplio DDHH emite por Radio Municipal de Reconquista, estuvo presente este sábado 8 de octubre el artista plástico Daniel Cian, de reconocida trayectoria en la Provincia de Corrientes. Precisamente hace un año presentó su muestra de dibujos “Ventanas Abiertas” en el Museo Provincial de Bellas Artes “Dr. Juan R. Vidal” (en la Sala “Justa Díaz de Vivar”), auspiciado por la Subsecretaría de Cultura de esa provincia.
Una muestra al que otro artista plástico, Miguel Niella, definiera: “los dibujos de Daniel Cian expresan su fascinante imaginería erótica, en variadas iconografías, tan densas y feroces como sorprendentes en sus formidables recursos plásticos. Su campo ficcional recrea un mundo onírico singular, donde cabalgan cómodamente el humor y el absurdo en una estética nada complaciente, aunque poderosa en su salvaje belleza”.
Cian manifestó en el diálogo al aire su deseo de exponer en Reconquista, muestra futura que ya dio sus primeros pasos, a través de contactos y relaciones que este artista mantiene. Serán dibujos y esculturas.
La historia de Daniel está muy ligada al norte santafesino ya que su papá, Héctor Tuti Cian, militante popular oriundo de Nicanos Molinas está desaparecido (Ver libro “Sólo Digo Compañeros- Vida y compromiso militante…”). Su mamá correntina también está desaparecida. Sobre ella escribió:
Lila Soto. (Desaparecida en Rosario).
“Mi madre, Lila (Isabel Soto, alias Paula) nació en Corrientes Capital, el 9 de agosto de 1947. Era hija de Juana Antonia Parra y Benedicto Soto, mis abuelos maternos.
Aquí en la capital cursó la primaria en la escuela N° 808 (hoy 408). En 1964 ingresó a la secundaria, en el Liceo de Señoritas y en 1966 pasó a la Escuela Normal para obtener en 1969 el título de Maestra Normal Nacional.
Fiel a sus convicciones, trabajó como docente en los sitios más desfavorables, tanto en el interior de Corrientes como así también del Chaco.
A principios del 70 mi madre nada tenía que ver con la revolución, aún era joven y su mundo era muy pequeño. Hasta que un buen día su camino se cruzó con el de mi padre (Hector Cian, alias “Guillermo”), quien ya militaba en las Ligas Agrarias. A partir de allí ambos se potenciaron, crecieron intelectualmente y aprendieron que para cumplir con sus sueños deberían primero luchar por los deseos de un pueblo de hermanos. Su mundo creció, y ya no existían fronteras visibles. En esta misma provincia, encontrarían el significado de sus vidas integrando las filas del peronismo revolucionario, intensificando su militancia frente a las incoherencias sociales.
En el año ‘72 se casaron en la Iglesia Pompeya de esta capital, y yo (Daniel Cian) nací en noviembre del ‘74. Desde el momento en que se conocieron y se hicieron “Montoneros” se amaron, viajaron y lucharon por todos lados, también fueron a Cuba, aunque a esta parte de sus vidas no la conozco mucho. Lo cierto es que al regresar al país para poder sobrevivir a las persecuciones de la dictadura, debíamos vivir del alquiler, en lugares inhóspitos y lejos de nuestras familias, con nombres falsos, sin documentos y sólo con lo puesto. Mi padre nos mantenía con su escaso trabajo de fotógrafo. Gracias a él poseo gran cantidad de fotos de mi madre.
En la ciudad de Rosario, en algún momento de sus biografías, mi padre perderá la mano derecha en la acción, por lo que tendrá que usar una prótesis ortopédica. Por ello los compañeros lo apodaron cariñosamente “el manco”. A partir de allí sus vidas empezaron a acortarse. Ya instalada la dictadura, más precisamente el 10 de diciembre del ‘76 fueron cercados por la Federal en la calle Dorrego al 1500. Mis padres sabían que si se entregaban mansamente la tortura sería peor que la muerte. Así que sólo resistieron. Mi vieja, murió instantáneamente, llevándose consigo un embarazo de ocho meses, mi hermano. Mi viejo, por desgracia resistió un poco más y falleció en la comisaría, sólo Dios sabe cómo. Solo así pudieron poner límites a sus sueños. Y yo estaba allí, con solamente 2 o 3 años de edad.
Ese mismo día la asistente social que me cargaba huyó despavorida al ver a mi viejo en sus últimos momentos dentro de la comisaría. Me entregó a un cura de las villas que cuidó de mí, allí viví cerca de un año sin que nadie supiera quién era, hasta que una carta anónima llegó a manos de mi abuela materna, aquí, en Corrientes Capital.
Más tarde me he enterado que esa se la debo a Charito”. (“Desaparecidos cuyos nombres llevan las calles del Barrio Soto”- Comisión Provincial de Derechos Humanos de Corrientes)
Seguramente cuando se presente en Reconquista, tal vez en marzo del año 2012, será otra oportunidad para seguir charlando con este joven cuyo arte prioritariamente está hecho “para que lo pueda ver, leer y entender el pueblo, el hombre común”.