Memoria, Verdad y Justicia en el Norte Santafesino

lunes, 23 de julio de 2012

Testigo en la Causa Alvira


José María Budassi, secuestrado  a los 19 años.

EL CASO DE LAS DESAPARICIONES EN SAN NICOLAS


Un grupo de ex alumnos del Don Bosco fue secuestrado por el Primer Cuerpo, que quería atacar al obispo local. La causa que ahora llegó a juicio gira sobre los delitos del genocida Manuel Saint Amant.

 Por Sonia Tessa

A los 54 años, José María Budassi siente un “reverdecer de la militancia”. Secuestrado a los 19, el 4 de mayo de 1977, era uno de los ex alumnos del colegio Don Bosco de San Nicolás a los que habían señalado como “elementos subversivos”, dentro de una estrategia que culminó con el accidente fraguado que sufrió el 11 de julio de 1977 el obispo Carlos Ponce de León. Justamente, entre la documentación que llevaba el prelado en viaje a Buenos Aires estaban los pedidos por el paradero de Budassi, a quien sus compañeros llaman Cholo. Su militancia incansable desde 1983 para reconstruir la memoria en una ciudad esquiva llegó a una primera meta el martes pasado, con el comienzo del primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en San Nicolás.

Después de describirlo así, Budassi aclara que “todavía falta llegar a la sentencia”. No es poco. Manuel Saint Amant es el principal imputado, fue jefe del área 132 del Primer Cuerpo de Ejército entre octubre de 1975 y octubre de 1977, y por ende máximo responsable de la represión ilegal en la zona. La posibilidad de sentarlo en el banquillo estuvo en duda hasta marzo, cuando la fiscal Mabel Colalongo y los abogados de la querella impugnaron las pericias del Cuerpo Médico Forense que lo declaraban incapaz. “Quedó en evidencia que los genocidas están entrenados para fingir”, afirmó Budassi.

Budassi es testigo en el juicio. Es querellante de la causa que investiga la desaparición de dos ex alumnos del colegio Don Bosco, Gerardo Cámpora y Carlos Farayi, y el secuestro de varios ex alumnos de la institución. Las querellas, representadas por los abogados de Hijos Rosario, Ana Oberlin, Lucas Ciarniello Ibáñez, Alvaro Baella y Carolina Ibáñez, pidieron que esa causa se acumulara con una de las que forman el juicio actual, la causa Alvira, pero no obtuvieron respuesta positiva.

Budassi estuvo encarcelado hasta la Navidad de 1982. Al salir, no se quedó quieto. En el verano de 1983 ya formaba parte del Grupo de Base por los Derechos Humanos de su ciudad y fue a volantear en la puerta del cine donde proyectaban la película Missing.

Soy testigo en la causa que se llama Alvira, que reúne la desaparición de compañeros que eran militantes de la Juventud Peronista, que estaban viviendo en San Nicolás en aquel tiempo. Fui secuestrado como ellos en ese mismo período, que va del 21 de abril a los 10 primeros días de mayo del ’77. Estuvimos en los centros clandestinos con estos compañeros. En mi caso, con Regina Spotti, que yo la conocía de afuera, porque en el verano de 1976 militábamos juntos en los barrios de San Nicolás”, relata Budassi, con hablar pausado. “Cuando me llevaron a uno de los centros clandestinos en los que estuve, la brigada de investigaciones de San Nicolás, ella me escuchó y a la noche pudimos hablar. Fue el día después de caer, ésa fue la última noticia que nos quedó de Regina.”

La causa Alvira juzga la desaparición de Spotti, las hermanas Rosa Raquel y María Cristina Alvira, Horacio Martínez, Rosa Baronio y Eduardo Reale. “El matrimonio de María Cristina Alvira y Horacio Martínez, y la cuñada de Martínez, cayeron el 4 de mayo. Yo escuché cuando los trajeron, incluso escuché la sesión de torturas. No los conocía, pero me di cuenta de que eran un matrimonio y que había otra mujer, y escuché la situación. Fue lo que más me conmovió, hasta intenté fugarme en ese momento. A raíz de eso tuvieron que levantar ese centro clandestino y a mí me llevaron a la Brigada de Investigaciones”, relata Budassi sobre aquellos días.

Pasó por tres centros clandestinos de San Nicolás. “El 24 de mayo, un tipo al que llamaban ‘el jefe’, hizo una perorata toda la madrugada, era como que estábamos en un salón grande y a la madrugada a mí y a mi compañero de la escuela secundaria, Pablo Martínez (también testigo en esta causa) nos metieron en el baúl de un coche y nos llevaron a Junín. Allá hicieron un simulacro de detención legal, digamos. Y del resto de los compañeros nunca más tuvimos noticias, nunca más supimos qué pasó.”

Budassi tiene claro que el secuestro de ellos tenía un fin específico para Saint Amant. “Querían armar un caso con ex alumnos del colegio Don Bosco. Detuvieron a compañeros nuestros que habían tenido en algún momento algún acercamiento, alguna militancia, alguna participación, y estigmatizaron al colegio como un nido de la subversión. Saint Amant, que era un ultracatólico preconciliar, tenía una confrontación con Ponce de León.”

Cuando cayó, Budassi recién comenzaba a cursar en la Escuela de Asistentes Sociales Diocesanos, que pertenecía al Obispado. “Hacía diez días que habían empezado las clases. Cuando me secuestraron, mi familia recurrió al obispo porque era un referente y porque yo venía del Don Bosco. Ponce de León tuvo una fuerte intervención, lo fue a ver a Saint Amant, insistió sobre mi paradero”, recordó el militante. “Me quedó claro que Ponce de León tuvo que ver con nosotros, porque cuando estábamos en Junín, en una oportunidad vino el subcomisario y me preguntó quién era yo. Cuando le dije que era Budassi, me dijo: ‘Ah, vos sos el que pidió el obispo’. A nosotros nos llevaron de Junín a San Nicolás como detenidos políticos el 8 de julio y el 11 Ponce de León tuvo un accidente de características muy similares al de (el obispo de La Rioja, Enrique) Angelelli. Viajaba a Buenos Aires, llevaba carpetas con los casos nuestros.”

Al ser liberado de la cárcel de La Plata, en la que pasó la mayor parte de su detención, Budassi tenía 25 años. “No bien salimos, con Pablo Martínez tratamos de empezar a recoger datos, cuando todavía no se sabía qué iba a pasar. Cuando se formó la Conadep, fuimos juntos y declaramos. En las listas de desaparecidos del informe, por coincidencia de fechas y averiguaciones con familiares, pudimos ligar los alias que conocíamos de los compañeros con sus nombres, sus caras y sus historias”, relató.

Para Budassi, la posibilidad de juzgar a Saint Amant debía cuidarse. “Era fundamental llegar a este juicio, más allá de que las causas particulares nuestras estuvieran o no, porque después hay entre ocho y diez causas que ya han sido elevadas para juicio oral, que estamos esperando que nos asignen fecha.” En todas, Saint Amant es el principal acusado. Por eso fue desesperante sentir que se escurría del proceso. “Su estrategia, como la de muchos genocidas, es la de su estado de salud. Le hicieron tres pericias, pero como había cierta connivencia entre el Cuerpo Médico Forense y las defensas, los entrenan a los genocidas para responder o conducirse en los tests que les hacen. Al introducir peritos de parte de organizaciones de la sociedad civil, se planteó otra batería de tests distintos. Y ahí quedó en evidencia que simulaba. Pero hasta hace poco todavía estábamos en ascuas sobre si iba o no a estar presente. Si era exceptuado, había dos causas que se caían”, explicó Budassi.

Como docente de Artes Gráficas de la Escuela de Artes de San Nicolás, Budassi se refugió durante la “década de amnesia” del ’90 en la investigación sobre la historia de vida de los compañeros desaparecidos y también en la enseñanza de la memoria a sus alumnos. En 2004, cuando se reactivaron las causas penales, todo era incertidumbre. “El juicio es como la culminación de un largo trecho, de un camino bastante largo. Yo lo cuento desde el ’83, cuando hicimos esa primera denuncia en la Conadep. Pero cuando empezamos esta etapa, que se abrió en 2003-2004, donde pasó a concretarse en un juicio penal, no sabíamos si íbamos a llegar a este lugar. Después, en el trayecto uno empezó a ver que íbamos a determinados lugares. El compromiso de las chicas y chicos de Hijos con las causas, sobre todo con esta Justicia que pone tantas trabas, es admirable, yo reverdecí mi militancia con ellos”, dice con una mirada que trasunta bondad y compromiso.