Memoria, Verdad y Justicia en el Norte Santafesino

domingo, 12 de mayo de 2019

EL TESTIMONIO DE UN VALIENTE

Raúl Viso
El joven que dibujó su propio martirio
 El Tribunal Oral de Santa Fe aceptó veinticuatro dibujos como prueba judicial y testimonio de un sobreviviente de la dictadura, en un hecho sin precedentes en juicios de lesa humanidad. El autor es el dibujante santafesino Raúl Viso, quien militaba en la UES cuando un grupo de tareas lo secuestró en Buenos Aires y lo trasladó a Santa Fe, en 1976. Tenía 17 años. Viso dibujó su martirio y el de sus compañeros, el asesinato de uno de ellos y la sala de  tormentos en la Comisaría 1ª, donde -"delgado y ágil" como era- zafó de la capucha y empujado por la desesperación se arrojó al vacío desde el primer piso. "Abrí la ventana, me trepé a lo más alto, recé a la Virgen y me tiré, con envión para esquivar los cables" de la red eléctrica. "Miraba cómo el águila (de un cartel de la época) se iba al cielo, mientras yo caía", escribió en su cuadro. Sobrevivió a una caída de siete metros. El fiscal Martín Suárez Faisal le preguntó si algo había amortiguado el impacto. "Caí en la vereda", le respondió.

Viso declaró en la penúltima audiencia en un juicio a siete represores que -entre otros hechos- reconstruye la persecución a la UES, el brazo secundario del peronismo. Uno de los militantes más chicos, Víctor Astesiano, que tenía 15 años, contó cómo la patota lo secuestró adentro de su propia escuela, que era la Nacional de Comercio Domingo Silva, el 16 de julio de 1976. En la primera hora de clase, un preceptor le dijo que la directora Beatriz Arguelles quería hablar con él y cuando llegó al despacho, dos represores lo encapucharon y se lo llevaron. Arguelles nunca le avisó a su familia.
Ese mismo 16 de julio, pero a la tarde, el grupo de tareas asaltó la casa de otra militante, María de los Milagros Almirón, que era una niña de 14 años y la secuestró a ella y a su mamá, María Rosa Sedrán de Almirón. Siguieron otras caídas, como la de Viviana Cazoll, de 16, ex novia de Viso. El 30 de julio, detienen a Patricia Isasa, también de 16 años, en el departamento de sus padres. Y el 24 de agosto, a Edmundo Saade (17), quien reveló una pista: dijo que lo secuestró el Ejército y en sus traslados identificó a dos represores del Destacamento de Inteligencia 122: el coronel Héctor Melitón Martínez, que está imputado en el juicio y el ex policía Héctor Romeo "Pollo" Colombini, ya fallecido, que era "agregado" en el 122. 

A pedido del fiscal Suárez Faisal, Viso entregó a los jueces 24 dibujos del martirio que después se proyectaron en la sala de audiencias. Es que Raúl no sólo superó  la caída del '76, también un ACV en 2005, que le dejó "secuelas en el lado derecho y en el habla", dice el dictamen de la psicóloga Silvina Carmona y del médico psiquiatra Oscar Pellegrini del Programa de Protección a Testigos que convalidó el "testimonio gráfico particular", como lo llamaron.
"Miraba cómo el águila (de un cartel de la época) se iba al cielo, mientras yo caía", escribió en su cuadro.
Hasta ahora, los dibujos eran una manera de relatar los juicios de lesa humanidad, ante la imposibilidad de filmar o fotografiar las audiencias. El mismo Viso ilustró el diario del juicio de los presos de Coronda. Pero ahora, también dibujó su paso por los centros clandestinos. "Un testimonio muy valiente que nos ilustró con dibujos, y literalmente nos ilustró, como se tiró del primer piso de la Comisaría 1ª para escapar de la tortura", dijo Suárez Faisal en su alegato.

Los cuadros se acompañaron con un texto que "yo elaboré", dijo Viso. "Son mis palabras". La secuencia siguió con los tormentos de la Comisaría 1ª, a él y a dos compañeros. "Hace mucho ruido una cabeza contra la pared". Viso no pudo ver a sus torturadores porque lo golpeaban desde atrás. Lo interrogaban sobre su militancia y sus compañeros. "Aún hoy me cuesta recordar nombres y direcciones", relató.  
Lo habían esposado por la espalda y en un descuido de sus captores pudo "llevar las manos adelante" y levantarse la "capucha". Estaba en la planta alta, abrió la ventana, se paró en el dintel y saltó al vacío. Había cables abajo, pero los esquivó. "Un salto de paracaidista", sin paracaídas -ironizó. "Caí en la vereda", le explicó al fiscal. "Me desmayé" y cuando se recuperó estaba rodeado por policías. "Me dolía todo", las esposas se le habían incrustado en la cara y tenía fracturas múltiples que le costaron tres meses de internación. "Al fin, lloré".
Juan Carlos Tizziani- Rosario 12