TELEGRAMA DE DÍA, SECUESTRO DE NOCHE
SALVADOR
SÍNCHEZ fue trabajador aceitero, secuestrado en Avellaneda, torturado y
obligado a alejarse de su tierra natal. Sus padecimientos continuaron en el
Sur, tras lo cual pudo reconstruir su vida como obrero petrolero. La entrevista,
realizada en el año 2007 por el programa radial "La Mirada"
(NorteAmplioDDHH) fue reproducida por el periódico Edición 4 de Reconquista. En dicha entrevista Sínchez se confundió con el año, que luego rectificó puliendo su memoria: fue apresado en los últimos meses de 1976.
FRAGMENTO
(...)
“Y trabajando en la fábrica Vicentín, teniendo 19 años, una tarde me llega un telegrama de despido, y a la noche me sacan secuestrado de mi casa. Es así, me sacan secuestrado. No sabía quiénes eran, estaban de civil. Me sacan sin camisa, al llegar a la calle me encapuchan y me tiran en una camioneta. De allí me trajeron a Reconquista. Por circunstancias de tanto andar me imaginé que podría haber ido a la Jefatura de Reconquista, me imaginé por la celda. Ya estaba el golpe de Estado, era el año 76.
“Y trabajando en la fábrica Vicentín, teniendo 19 años, una tarde me llega un telegrama de despido, y a la noche me sacan secuestrado de mi casa. Es así, me sacan secuestrado. No sabía quiénes eran, estaban de civil. Me sacan sin camisa, al llegar a la calle me encapuchan y me tiran en una camioneta. De allí me trajeron a Reconquista. Por circunstancias de tanto andar me imaginé que podría haber ido a la Jefatura de Reconquista, me imaginé por la celda. Ya estaba el golpe de Estado, era el año 76.
¿Te secuestraron con
otros compañeros?
--En la Jefatura de
Reconquista (Policía) yo no ví ningún compañero. A mí me llevan solo hasta ahí, y ahí me
bajan. A la madrugada me sacan y nos cargan en un camión. Nos tiran como a una
bolsa. Y fuimos a parar a la Base Aérea Militar Reconquista.
¿Hubo alguna acusación?
--Sí, me preguntaban
por nombres que yo no conocía y me preguntaban de las revistas que yo leía en
ese momento.
Sigamos el relato
--Me llevan a la Base
Aérea, y ahí me tienen, siempre vendados los ojos, siempre encadenadas las
manos por detrás de un muro. Es decir, vendrían a ser las columnas de los
hangares, calculo yo, y habré estado un día. De ahí me sacan y me llevan a la
cámara de tortura, como decían ellos: a la picana eléctrica, en la cual “me
dieron”. Yo calculo que había un médico ahí adentro, alguien que escribía a
máquina y los que torturaban...
--De ahí cuando me
sacan, que me desatan las manos y las piernas, me sientan en la cama y medio
como que me preguntaban, como si yo estaba fuera de sí, o sea, me preguntaban.
‘no, pero sí vos trajiste tal camisa’… ‘no, yo traje tal camisa’, estaba
consciente de lo que me estaba pasando… ‘Qué campera trajiste?’…’una campera
marrón’… ¿seguro?... sí, sí, traje una campera marrón’…
--En ese momento
cuando me levanto, se me cae la venda y veo a todos, veo a todos los que
estaban en esa sesión. Había uno que hasta hacía ruido con un tambor, hacía
¡buum!, para que no se escuchara quizás los gritos de la persona. Y bueno, no me dejan, pego el pantallazo
viéndolos todos y me tiran contra la pared, y me cuelgan otra vez, y me dan por
la espalda, por los riñones, por los pulmones, por todos lados.
--Me sacan de ahí
adentro, me vendan los ojos, me vendan los ojos otra vez, y me llevan al mismo
lugar en que estaba. Y bueno, pasa no sé si un día, y aparece uno muy solidario,
y me sacan afuera, a la compuerta de una camioneta, y me empiezan hacer
preguntas y como que otro estaba escribiendo a máquina. Y aparece otro, no sé
quién sería y dice. ‘y éste quién es?… éste es el número tanto”… no, no, no, a
este llevátelo y esta noche le vamos a dar de vuelta. Llevátelo a este
degenerado que le vamos a dar de vuelta”. Así que me sacan de ahí otra vez, me
llevan al mismo lugar, con hambre, con sed.
--Me tienen más o
menos quince días, que en esos quince días creo que comí una galletita con
picadillo, y el agua que me daban me mojaban los labios con un pedazo de
algodón, nada más. Esos días fueron terribles, en los cuales (en algún momento)
se me aflojó la venda y yo, acostado en el piso, en la mugre… a veces pedía
para ir baño, me llevaban al baño encadenado como perro. En los baños, cuando
me llevaban, con la venda floja podía ver por debajo. Vi cuerpos acostados
sobre la entrada de los baños, pero no puedo decir si esos cuerpos que estaban ahí estaban muertos, porque así como me llevaban al baño me
traían de vuelta al mismo lugar.
¿Y desde la Base
adónde te llevaron?
--De ahí nos llevan a
la Guardia de Infantería Reforzada de la capital de Santa Fe. Íbamos dos en
camión celular, de esos de… deben ser de la policía, del Ejército, no sé.
Íbamos dos por celda, que no nos podíamos ni sentar, nada, íbamos parado, eran
celditas que íbamos dos en cada una, en la cual iba un muchacho de Santo Tomé.
No recuerdo el apellido del muchacho.
(…)
(…)