Memoria, Verdad y Justicia en el Norte Santafesino

jueves, 28 de julio de 2011

Opinión

la mariposa y el fuego

Las elecciones en Santa Fe, y posiblemente las ya bien próximas de la Ciudad Autónoma, acaso las de Córdoba, sean interpretadas, previendo resultados adversos, con alguna aprehensión por los militantes del campo popular. Mas el sendero elegido concibe las derrotas como componentes naturales del devenir político. Esta apreciación nada más para alentar estrategias y formas creativas que nos permitan la continuidad del modelo kirchnerista. Ayer al mediodía me refirieron, que horas antes de las elecciones, se repartió en la ciudad un escrito anónimo denunciando a dirigentes oficialistas que usufructuarían de un modo corrupto recursos públicos. El grosero ensayo, expresivo de un comportamiento político rudimentario e infantil, fue pulverizado en las urnas y no merece mayores comentarios. Ya llegará el tiempo de someter estos recursos políticos a una despojada crítica.

Hoy otra es la urgencia.

Cada compañero habrá de entender que el modelo de país que encarna la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, en un par de meses, se pondrá en juego, y que su suerte no puede estar librada a improvisación alguna. En una puja de semejante envergadura y trascendencia, que definirá el futuro de millones de argentinos, el individualismo, la fragmentación, los intereses de grupo, deberán, necesariamente, ser dejado de lado con una convicción tan profunda como expeditiva. Para la fragmentación, el vedetismo político y el individualismo, no hay en estas circunstancias decisivas, el menor resquicio, nada.

Si hay unidad y compromiso y lealtad y razonabilidad, si hay conciencia de por qué y para qué se lucha, la derrota no tiene oportunidad ninguna.

Ni provocaciones, ni golpes bajos, ni defecciones, ni vacilaciones. Con lo mejor de cada uno, con la reivindicación de una historia militante sin renuncias, con esa acumulación de fuerzas y confianza, con mensajes claros, con cinco puntos diáfanos, con nada más eso multiplicado en miles, el pueblo vivirá, sin la menor duda, unas jornadas de gloria.

El territorio no está ocupado por enemigos a vencer, sino por ciudadanos y vecinos que convencer. Pero para convencer la condición necesaria y previa es estar nosotros convencidos, y para convencer cada compañero debe estar lleno de argumentos ciertos y verdaderos. No sólo debe aprenderlos sino encarnarlos de tal modo que cada uno de los compañeros seamos esos argumentos vivos. Argumentos vivos que se ofrecen y comparten, sin la menor exasperación, sin el menor exabrupto, con la calma, la entereza, la inteligencia y la firmeza que demandan las luchas decisivas.

Lo logrado por el Gobierno Nacional lo ofrece todo y dice por sí mismo. Lo que necesitamos es compañeros que puedan comunicarlo y compartirlo. Cientos, miles, así de convencidos, maduros, abiertos a la discusión, constituyen la clave de oro de un triunfo esperado, imprescindible y necesario, para todos y cada uno.

Solo una convicción unánime y un pleno compromiso militante estarán en condiciones de construir esa muralla del proyecto nacional y popular contra el que se estrellará la prepotencia de esa derecha sangrienta y represiva cuya petulancia provocadora se alimenta de nuestras debilidades, de nuestros errores, de nuestras fragmentaciones.

No estamos condenados a las fuerzas de la naturaleza, no somos animales ni plantas. Somos seres humanos cuyo privilegio distintivo es poder decidir nuestro futuro. La mariposa de fuego no puede hacerlo sola. Yo decidí estar con ella. Y así deberían los compañeros todos.

Una Señora Presidente como ella, con su inteligencia, su entrega y sus convicciones no ha visto la América Latina nunca.

No me resignaré a extrañarla.

El domingo 23, en primavera plena, millones de sufragios reivindicarán a una mujer que supo, sin estridencias, en el sobrecogedor silencio que crea la ausencia ya sin esperanza de retorno del amor querido, elevarse sobre su dolor, para contener su pueblo.

De esa entrega, necesaria, ineludiblemente, sin que nadie lo exija, hay que estar a la altura. Si así es, ese 23 de octubre a las seis de la tarde, a las seis en punto de la tarde, las urnas reventarán en júbilo.

Y por una vez en la historia de nuestras heridas patrias cada argentino de ese campo nacional y popular que por sobre toda diferencia, que sobre toda polémica, compartimos, podrá decir sin temor ni temblor: el futuro es hoy, yo lo hice, yo lo estoy haciendo, yo soy testigo.

CARLOS ECHEGOY