Memoria, Verdad y Justicia en el Norte Santafesino

martes, 20 de noviembre de 2012

PLUMA ECHEGOY


la mirada

No eran una sino varias, tampoco demasiadas, tres o cuatro, invariablemente abolladas todas. Ya es artera la selección, ladina, como el codazo de un jugador taimado que quiere, y no pocas veces puede, pasar por pícaro. Cuando el árbitro, colmada la paciencia, a la tercera zancadilla le muestra la primer amarilla, se toma la cabeza, y luego, como si no comprendiera o no supiera, mira a la tribuna adicta, los brazos separados del cuerpo, las palmas de las manos hacia arriba. Los fundamentalistas aplauden, alientan, rugen, pero son pocos, y no contagian. Porque la mayoría de esa hinchada sacrificada que contra toda frustración insiste, no quiere nada más ganar, quiere ganar honestamente, quiere experimentar que fue superior en despliegue de habilidad, organización, concentración y denuedo, porque en la cancha es cierto que se ven los pingos. Lo que la mayoría ve en una victoria lograda con un zapatazo imprevisible y burdo, tomado el arquero por sorpresa justamente por lo inverosímil y desmañado de la maniobra, es algo que se imprime en el alma. Por esa razón nuestros campeones de ayer mañana están arañando el descenso, porque no son verdaderos, porque no son confiables, porque apuestan a sus respectivas individualidades. Salvo rachas, como relámpagos en las perpetuas tinieblas, nuestros equipos nos defraudan, nos hieren, nos lastiman, no porque pierdan, no porque estén al fondo de la tabla, sino porque sabemos que aunque ganaran y estuviesen en la cúspide no garantizan nada más allá de lo inmediato y contemporáneo contado en horas y días de una eterna semana embadurnada de incertidumbres. Y en verdad nadie para la pelota, la pone en el césped, la trabaja y la piensa como Cristina, salvo Maradona.

En fin, lo que quiero decir es que a nosotros no nos contarán este partido, que estamos jugando con un equipo relativamente confiable y predecible aunque incurran en faltas titulares que se hayan burocratizado. Para eso está el banco de suplentes, sin ninguna estrella que brille por sí misma, y por lo tanto dependiente del trabajo en equipo. Como debe ser. Nos costó demasiado conseguirlo como para intercambiarlo por tres o cuatro bolitas de vidrio.
CARLOS ECHEGOY ZAMAR
(6/11/12)