DECLARO LA HIJA DE DOMINGO MAGGIO Y NORMA VALENTINUZZI EN
EL JUICIO SOBRE LA ESMA
“Espero
justicia y también la verdad”
Su padre se fugó de la ESMA y logró denunciar los
crímenes en una larga carta, aunque luego fue nuevamente secuestrado y
fusilado. Su madre se fue del país, pero volvió con la contraofensiva y también
está desaparecida.
Horacio Domingo Maggio era delegado gremial de La
Bancaria en la provincia de Santa Fe y militante del movimiento peronista
Montoneros. En diciembre de 1971 se casó con Norma Valentinuzzi, profesora de
expresión corporal en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco, militante de
la misma organización. El 8 de agosto de 1972 tuvieron a su primer hijo, Juan
Facundo, y el 18 de noviembre de 1974 a María, que tenía poco más de dos cuando
secuestraron a su padre por primera vez, el 15 de febrero de 1977. María
declaró ayer en la audiencia pública del megajuicio que se lleva adelante en
los Tribunales de Retiro para juzgar los crímenes de la ESMA. “Antes de
comenzar a relatar los hechos con relación a mi papá, quería aclarar que todos
los hechos han sido resultado de una reconstrucción personal sobre esa
historia. Voy a hacer referencia a ello para dejar constancia –explicó– de la
persecución política que padecimos a lo largo de muchos años.”
Horacio Maggio, el “Nariz” para sus compañeros, es uno de
los más recordados por los sobrevivientes de la ESMA. Fue uno de los pocos
casos de prisioneros que lograron fugarse del centro clandestino. La fuga se
inició el 17 de marzo de 1978 y se extendió hasta el nuevo secuestro y
ejecución, el 4 de octubre de 1978. Durante ese tiempo escribió una denuncia en
una carta que hoy se mira como un ensamble de piezas y piezas en las que logró
generar un “relato anticipado” de la estructura de la ESMA. Los métodos de
tortura, la “picana”, el “submarino”. Capucha, el Sótano. Los nombres de los
represores. Los alias. Los más conocidos, pero también casos que recién llegan
a juicio ahora y para los cuales esa prueba es fundamental, como el de Fragote
Carlos Orlando Generoso. Dio datos sobre los distintos métodos de los marinos
para deshacerse de los cuerpos de los desaparecidos, entre ellos los vuelos de
la muerte. Mencionó a los “helicópteros”, importantes por las pruebas sobre los
pilotos. A detenidos desaparecidos, como Norma Arrostito, pero también a varios
cuyo paso por la ESMA no tiene otra prueba más que esa carta.
“Una carta del mismo tenor –escribió el propio Maggio en
su posdata– fue enviada al señor embajador de Francia, al consejero de prensa
de la embajada de Francia, al señor embajador de los Estados Unidos, Raúl
Castro, al señor monseñor Raúl Primatesta, al señor monseñor Vicente Zaspe, al
señor monseñor Juan Carlos Aramburu, a la Conferencia Episcopal Argentina, a la
agencia France Presse, al periodista Richard Boudreaux de Associated Press, a
las agencias nacionales y extranjeras, sindicatos y comisiones internas,
periodistas, políticos, a la Junta Militar, etcétera.”
Y agregó: “Sé que con esta denuncia pongo en peligro la
vida de mi mujer y de mis hijos, padres, hermanas, suegros y otros, como así
también de las personas que aún siguen en el mencionado edificio y que son
alrededor de 150 a 200. Es por ello que si algo sucediese (...), responsabilizo
a la Junta Militar y directamente a los cuadros de la Escuela de Mecánica de la
Armada”.
Los sobrevivientes suelen recordar el momento en el que
el Tigre Jorge Acosta, ese autoproclamado “dios de la vida y de la muerte”
dentro del Campo, los obligó a pasar frente a su cuerpo el día que lo llevaron
muerto a la ESMA.
–¿A tu papá lo fusiló el Ejército? –le preguntaron a
María en la sala.
–Eso no lo sé.
–¿El cuerpo fue entregado a la familia?
–Mi papá está desaparecido –dijo ella–. Sí sé, por
testimonios de sus compañeros, que el cuerpo fue llevado a la ESMA y que
expusieron el cadáver para mostrar lo que podía pasarle al resto si intentaba
fugarse. Los hicieron desfilar delante para que vean cómo había quedado su
cráneo que estaba totalmente hundido; su cara, destruida. Sus compañeros
tuvieron que padecer eso.
Pese a que es uno de los nombres más recordados, su
historia no había sido reconstruida en el espacio de los juicios orales. Es un
“caso” por primera vez.
Los Maggio
Los Maggio vivían en la capital de Santa Fe. “A mis tres
meses de vida ya mi familia padeció allanamientos”, dijo María a poco de
empezar. “Uno, en la casa donde vivíamos, en la calle Iturraspe de la capital
santafesina, mientras no estábamos en casa. El otro fue en la casa de mi abuela
materna, Elsa Valentinuzzi. Estaban mi abuela y mi tía Marta, que tenía 17
años. Las dos fueron detenidas y trasladadas sin demasiadas explicaciones. Eso
fue un viernes y estuvieron hasta un lunes, que les tomaron declaración.”
Después de los allanamientos, en febrero de 1975 se
mudaron a Rosario. Maggio tenía un hermano, Roque Maggio, que estaba casado con
María Adriana Esper. Vivían en Córdoba y tenían una niña de año y medio. “El
primer hecho terrible que marcó a la familia fue el asesinato de mi tía María Adriana”,
dijo María. La siguieron hasta la casa y la mataron. Roque y su hija no estaban
con ella. Se trasladaron a Rosario mientras su hermano Horacio y su familia
salían a Buenos Aires.
“Nos establecimos en Caseros. Estábamos clandestinos: a
mi mamá la conocían como Graciela y a mi papá como Rubén Butaro. El segundo
hecho terrible que marcó a la familia fue el asesinato de mi tío Roque, casi un
año después de mi tía: el 2 de enero 1977.”
Horacio, Norma y sus hijos viajaron a Miramar a pasar
unos días con otros compañeros; entre ellos estaban Rosario Quiroga y sus tres
hijas, y Oscar De Gregorio con su hijo. Rosario y Oscar, tiempo después, iban a
ser secuestrados en la ESMA. Oscar sigue desaparecido.
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María es hoy docente en la ciudad de Reconquista |
El secuestro
Pocos días después de Miramar, el 15 de febrero, un grupo
que se presentó como de las Fuerzas Conjuntas secuestró a Maggio en la calle
Rivadavia, a una cuadra de la Plaza Flores. Lo golpearon y se lo llevaron a la
Escuela Mecánica de la Armada.
“Fui sometido a salvajes torturas por espacio de 15 días”,
escribió él mismo en la carta. “En una de esas ocasiones se me produce un paro
cardíaco y un ‘médico’ intenta mi recuperación para seguir aplicando
inmediatamente, entre otros métodos, la ‘picana’ o máquina y el ‘submarino’
(colando bolsa de polietileno en la cabeza que no permite la respiración)
(...). Presencié los actos más despiadados y salvajes con que esta dictadura
sin limites quiere inútilmente someter a todo el país. Las condiciones en las
que desarrollábamos nuestras vidas son dignas de la época anterior a la
Asamblea del Año XIII. Las torturas son hechas delante de otros secuestrados,
que si bien no veíamos, escuchábamos los gritos.”
Afuera
Mientras tanto, “mi mamá no tenía muy en claro qué había
pasado con mi papá. Decide que nos teníamos que exiliar. Nos fuimos a Brasil;
estuvimos viviendo calculo que de julio a octubre del año ’77 en la isla
Guaruja, en Santos. Ahí compartimos la convivencia con muchos compañeros”.
En octubre retornaron a la Argentina. Maggio seguía
secuestrado. El 17 de marzo de 1978, “mi papá logró fugarse de la ESMA y se fue
a vivir con nosotros a Caseros. Esa misma noche, en Santa Fe, se presentaron
dos o tres personas en el domicilio de mi abuela paterna para decirle que
querían hablar con ella de mi papá, que había cometido un grave error”.
Una de las personas se presentó como el señor “Daniel”,
que en realidad era el prefecto Héctor Febres. Se instaló en la casa frente al
teléfono y le dijo a la mujer: “Voy a esperar a que su hijo la llame”. Maggio
ya había llamado a su madre. Ella fingió, hizo pasar a los marinos, ellos
esperaron toda la noche y, antes de irse, le dijeron que convenciera a su hijo
de entregarse “porque había cometido un grave error”. Maggio permaneció en
Caseros. “Prioriza estar con sus hijos y su compañera y empieza a redactar este
documento de fecha 12 de abril del ’78. Yo dejé una copia en la causa”, explicó
María.
En la audiencia tenía uno de los originales de la carta
que su padre reprodujo a mano, y máquina y papel carbónico. “Mi papá cuenta su
amarga experiencia en calidad de secuestrado en la ESMA, hace referencia a las
condiciones inhumanas que tuvo que vivir, los grilletes, la capucha. También
incluye un largo listado de nombres y alias de los represores encargados de las
torturas y de los asesinados.”
El 27 de abril, Maggio mantuvo una entrevista con el
periodista francés Boudreaux. María no sabe dónde, pero sabe que aquello se
publicó antes del Mundial de 1978. “Ese es uno de los recuerdos que tengo
–dijo–, de haber estado con mi papá en el festejo del Mundial, de haber estado
con él, porque él estaba seguro de que ese día no lo iban a ir a buscar.”
Otra vez los secuestros
El 4 de octubre de 1978 volvieron a secuestrarlo en una
zona donde había una obra en construcción. Interceptado por el Ejército, “sé
que resistió con lo que tenía al alcance, que eran piedras, escombros... y
bueno, el Ejército lo fusila”. Norma y sus hijos emprenden un segundo exilio a
Perú, a Ecuador, México. En el DF se confirma el asesinato. Viajaron a Cuba y
España y, en 1979, Norma regresó con sus hijos a la Argentina para la
contraofensiva montonera.
“El 11 de septiembre de 1979 estábamos en la misma casa
de Caseros y recibimos la visita de mi abuela materna, que no veíamos hace
mucho. Mi mamá percibe movimientos extraños y entonces le dice a mi abuela que
se quede con nosotros, que si en diez minutos no volvía, que se vaya de la
casa. Mi mamá no volvió, así que nos fuimos de la casa y posteriormente nos
enteramos de que había sido secuestrada en la vía pública, a una cuadra y media
de mi domicilio.”
Norma llegó a gritar su nombre y número de documento
antes del secuestro. En el forcejeo perdió un zapato, que recuperó su madre en
la calle. Por el relato de los sobrevivientes, sus hijos saben que en octubre
de 1980 fue vista en Campo de Mayo. “No hay seguridad respecto a este dato,
pero se cree –dijo María– que fue fusilada entre noviembre y diciembre del año
1980 con el resto de sus compañeros.”
“Confío en la Justicia –dijo María en el final– encargada
de llevar esta verdad, y de hacer justicia por mis abuelas, por mi hermano, por
mis hijas, por mi país, por la democracia y para que el Estado no viole, no
secuestre, no asesine. Para que no apropie más bienes en un marco ilegal y
terrorista. Espero además de justicia, verdad, porque no me basta con una sola,
yo quiero la verdad. Eso es todo.”
Alejandra Dandan (Página12)