Hace mucho tiempo que quiero contar cómo fue
que me “hice peronista”. No tanto por
la anécdota, sino por el análisis del fenómeno anti- peronista en nuestra
sociedad. La influencia que el gorilismo ejerce en distintos ámbitos
de la vida aldeana reconquístense.
DE MI VIDA…
Yo provengo de un hogar humilde, mi mamá es
una criolla de un pueblo forestal que llego a la ciudad buscando mejores
oportunidades de trabajo. Estudió y se recibió de enfermera. Mi papá fue un changarín, peón rural,
trabajador golondrina, obrero de fábrica, albañil, un inmigrante paraguayo y
analfabeto.
En la intimidad hogareña, quien tenía una
conversación activa sobre política fue mi papá. Como es natural en un lumpen, en
un hombre vulnerado desde todos los frentes posibles, mi papá fue obligado a
pensar como sus opresores. Firme admirador de la dictadura de Alfredo Stroessner, y para mi sorpresa
tan coherente, no se confundía ni por un momento, parecía tener en la cabeza un
GPS que siempre indicaba hacia la DERECHA, en Argentina, cómo es obvio, se
inclinó hacia el Menemismo.
Mucho menos interesada en asuntos
partidarios, mi mamá siempre tuvo una conversación que apuntaba más bien al
análisis de los valores éticos, de notar y resolver injusticias.
Para cuando llegué al Profesorado de Historia,
la filiación política de mi padre estaba bien clara pero la de mi mamá era un
misterio tan insondable que ni siquiera de su existencia en tanto misterio yo
misma era consiente. Fue así que una vez avanzados mis estudios en el Instituto,
y frente a una afirmación de un docente que dijo: -“los peronistas son mayoría y las mayorías son pobres por lo tanto la
mayoría de los pobres son peronistas”.
Decidí rascar mejor en mis raíces
partidarias. Como tenía perfectamente claro que yo era pobre, tanto mi papá
como mi mamá ya se habían encargado de ubicarme. Me dije, si el razonamiento
del profe era correcto entonces nosotros tendríamos que ser peronistas. Fue el
momento de indagar a mi madre, quien me dijo:
--pero
claro que sí, tus abuelos fueron grandes admiradores de Evita y también de
Perón. Me llevó a su casa y entre viejos cajones encontramos unos cuadros con
las estampas de la pareja, yo pregunté entre una mezcla de burlona y picante: ¿pero
si los querían tanto por qué los cuadros están en el fondo de estos cajones
desordenados?
Hubo un
silencio y después mi vieja fue desgranando la respuesta despacio… "porque
estaba prohibido ser peronista, el cariño y el respeto hacia Perón o Evita
estuvieron durante mucho tiempo condenados, incluso no se podía decir sus
nombres, por eso el abuelo tubo que esconder los cuadros. Después con el
tiempo, él se enfermó y ya no los sacamos, pero no están tirados”.
…LA RAZÓN
Allí comprendí que estaban más bien
atesorados, resguardados, como los tesoros. Mientras hurgábamos en los
desvencijados muebles mi mamá volvió a recordar que la máquina de coser que aún
tenemos en casa se la mandó Evita a mi abuela, quien trabajó dignamente de
modista hasta su muerte. Y entre aquellos cajones, apareció el libro de Evita.
Tal como quien ofrece un tesoro, mi mamá lo puso en mis manos y me dijo: “si lo querés, es tuyo”.
En ese gesto había amor, yo tome el libro muy
emocionada de saber que las manos de mi abuela y mi abuelo de habían posado en
esas páginas, sus ojos habían recorrieron esas líneas. Había allí un punto de
encuentro con mis antepasados un secreto portal en el espacio-tiempo. Todavía
lo tengo.
Lo guardé entre mis cosas, pero no estaba
lista aún para leerlo. Pensaba que era
alguna especie de peligroso panfleto ideológico, un objeto hipnotizador del
régimen, una prueba palpable del culto a su persona, el personalismo, la
propaganda política, el autobombo y un sinfín de abominables pretensiones de
esos dos autores y creadores del “Peronismo”, de la peste populista que es la
causa de todos los males de la Argentina.
En ese momento no entendía lo que me pasaba, esa
agridulce sensación de recibir con respeto la humilde herencia de mi familia y
a la vez sentirme superior a todos ellos, inmune al hechizo populista. Lo que en realidad pasaba era que la sociedad gorila ya me habían
inoculado la vergüenza y el odio hacia mi identidad, hacia mi historia.
Suerte que la cosa no quedó allí, el Profesorado
a pesar del ambiente gorila que reinaba era aún un espacio de debate, del que
yo disfrutaba. Al principio no participaba, pero escuchaba atentamente. Alguien
dijo: “profesor… ¿es cierto que Perón era
un nazi-fascista?
La respuesta que se escuchó en el salón fue,
digamos “científica y objetiva”, el profesor dijo: “No lo podría afirmar pero existen algunos indicios que pueden llevarnos
a pensar eso. Y comenzó a enumerar: Perón viajo a Roma, conoció a Mussolini, lo
admiraba. Más tarde, le otorga refugio a militares nazis que escapan de los
juicios, cuando todo el mundo pedía su juicio y castigo…ustedes piensen lo que
quieran…” Chan!…
En realidad no hay mucho espacio para la
libertad. Debería haber dicho: ustedes van a pensar exactamente como yo
quiero que piensen porque no hay otro camino sino una inducción tendenciosa del
pensamiento. Esa sutil forma de manipulación pude desarticularla, mucho
tiempo después.
Durante años, digamos unos 20 años me duro la
duda y la vergüenza. ¿Era Perón un oscuro y siniestro personaje, racista,
dictador y populista. Me sentía muy incómoda con esa etiqueta de “ser peronista”.
Comencé por reconocerme de izquierda, un
lugar que si bien parte del pueblo y sus luchas parecía estar lejos del
peronismo, o por lo menos a una distancia segura para observar con más calma.
Una tarde conversando con un compañero de curso, me cuestiona: pero ¿cómo
siendo de izquierda no sos peronista? Si fueron ellos (Perón y Evita) los que
le enseñaron a miles de hombres y mujeres que tenían derechos.
Guauu!!! me dejó sin argumentos. Tenía razón, en este país, el movimiento
político que empoderó a los negros, a los nadie,
a los morochos fueron ellos, y con los bolsones de navidad y con la “dadiva”
del calzado y el tan famoso choripán, nos enseñaron que nosotros también teníamos derecho a todas
esas cosas…y es solo abrir la puerta. Es como aquel dios griego que le robo el
fuego a los Dioses para dárselo a los hombres. Es solo un instante, un solo
acto, que abre los ojos para que veamos que existe una vida mejor y que tenemos
derecho a ella. Ahí comienza la conciencia de la dignidad, el reclamo, la
organización, la lucha. Ahí comienza todo.
Pero aquí no termina el relato. Ese fue un
mazazo importante, pero no definitivo. Aún no me quería reconocer peronista. Cómo
dicen es mucho más fácil engañar a una persona que mostrarle que ha sido
engañada.
Prof. CARMEN SANABRIA
|
Columna de opinión emitida por la compañera del NorteAmplioDDHH, en en el programa radial LA MIRADA (15/8/20) |
|
Carmencita, una mujer que nos ayuda a pensar, desde LA MIRADA (foto archivo)
Mensajes. Alguna devoluciones: --"Excelente Carmen Sanabria" - Prof. MARI CRICCO --"Muy buena nota que va a permitir abrir cabezas a muchxs que se avuerguenzan de ser peronistas!!!" AS GRACIELA CEREIJO -- Está muy bueno ese escrito. Me gusta esa frase "porque estaba prohibido ser peronista". Felicitaciones a Carmen" - Dr. GABRIEL HERNÁNDEZ --"Qué buen relato!!!" - MARÍA A. FIANT --"Qué hermoso! - Concejal SANDRA ANTOLÍN --"Muy bien la compañera!!! - Dr. IVÁN BORDÓN --"Excelente Carmen!" - Prof. ANAHÍA HAYES --"Estuvo muy buena!!!, me emocionó su relato" - DANIEL ALVAREZ S. (Santa Fe) --" La escuché. Muy bueno". - MARTA STARINGHER -"Carmen, con lenguaje sencillo y exquisito regala esos relatos que
llegan al corazón. Emociona, y abre dulcemente nuestros ojos y nuestros
oídos... - SONIA ALDERETE
|