Lealtad y
Pragmatismo
Por Walter Ramúa (Bitácora de Chango- Diario del Chango -desde San Juan)
En una fecha tan significativa como el 17 de
octubre, donde se habla de lealtad, habría que resignificar qué es ser
peronista hoy, a qué intereses responden los tópicos que se esgrimieron
de manera brutal para el puerto de lujo de las mercancías europeas en las
calles de Buenos Aires hace 67 años. Atender el suceso antes que el hecho
puntual y trazar así una instantánea nítida sobre ese pasado que se reinventa
de manera constante y de manera insoslayable en la actual situación de
argentina en donde en los últimos treinta años se denostó la
ideología programática del peronismo (peronismo como movimiento e ideología de
la clase obrera argentina, derrotero e instrumento de análisis no sólo de su
creador, sino de los propia clase trabajadora para trazar el punto de
encuentros y desencuentros entre su condición e intereses de clase con el
Estado).
Ernesto Laclau considera que el peronismo ha mutado en otro movimiento, más plural y diversificado que la antigua clase trabajadora, aunque conservando la naturaleza radical del peronismo histórico, a saber:
Ernesto Laclau considera que el peronismo ha mutado en otro movimiento, más plural y diversificado que la antigua clase trabajadora, aunque conservando la naturaleza radical del peronismo histórico, a saber:
-la irrupción de una democracia de
masas en la experiencia democrática argentina. La ruptura radicaría en que la
centralidad sindical entre 1945 y 1989 -año de ruptura del mandato social
legado a la clase trabajadora como intermediario necesario de diálogos entre
Estado y sociedad- se desplazó después del largo letargo neoliberal en la
década de 1990, a otros actores que irrumpen en la escena nacional
como los movimientos sociales de fuerza de trabajo discriminada del modelo
productivo privatista y de la ausencia de políticas públicas para contenerlos
social y culturalmente.
Pero quizás el punto de encrucijada más importante radicaría en la transversalidad del kirchnerismo, en la articulación entre diferentes movimientos que van desde un nacionalismo cuyos cimientos se encuentran en la reivindicación de ese “ser nacional” y aquellos que después de la devastación de las políticas industriales, veían con urgencia una modernización impuesta desde arriba, en donde la movilización social más allá de la horizontalidad de la protesta y los puntos de encuentro, pudieran establecer la verticalidad exigida no ya en base a una pragmática partidaria, sino en cuanto mandato de políticas inclusivas tendientes a satisfacer la hambruna y marginalidad de ese “ser nacional” cuya dignidad se había convertido en harapos y apaleado por ajustes y privatizaciones- sino de introducirlo en políticas de movilidad social ascendente. Todo esto en el marco de la expansión de derechos civiles que contribuyeron a solventar y legitimar las políticas económicas de un gobierno que al surgir de una crisis de legitimidad, tuvo que crearse su propio hándicap.
Las encrucijadas de la identidad política, es lo valioso de discutir en este momento, no su legitimidad incuestionable del 54%, así como la creación de un imaginario social que permita sostener culturalmente, un país inclusivo cuando las ruedas de la historia se estanquen en el lodazal de la reacción oligarquía y mediocre del medio y el cipayaje autóctono. También de aquellos que se quedan a mitad de camino en el pejotismo recalcitrante de confundir lealtad con complicidad y de pragmatismo con entrega. Lealtad y Pragmatismo dos términos que mal entendidos nos pueden llevar a repetir la misma historia.
Pero quizás el punto de encrucijada más importante radicaría en la transversalidad del kirchnerismo, en la articulación entre diferentes movimientos que van desde un nacionalismo cuyos cimientos se encuentran en la reivindicación de ese “ser nacional” y aquellos que después de la devastación de las políticas industriales, veían con urgencia una modernización impuesta desde arriba, en donde la movilización social más allá de la horizontalidad de la protesta y los puntos de encuentro, pudieran establecer la verticalidad exigida no ya en base a una pragmática partidaria, sino en cuanto mandato de políticas inclusivas tendientes a satisfacer la hambruna y marginalidad de ese “ser nacional” cuya dignidad se había convertido en harapos y apaleado por ajustes y privatizaciones- sino de introducirlo en políticas de movilidad social ascendente. Todo esto en el marco de la expansión de derechos civiles que contribuyeron a solventar y legitimar las políticas económicas de un gobierno que al surgir de una crisis de legitimidad, tuvo que crearse su propio hándicap.
Las encrucijadas de la identidad política, es lo valioso de discutir en este momento, no su legitimidad incuestionable del 54%, así como la creación de un imaginario social que permita sostener culturalmente, un país inclusivo cuando las ruedas de la historia se estanquen en el lodazal de la reacción oligarquía y mediocre del medio y el cipayaje autóctono. También de aquellos que se quedan a mitad de camino en el pejotismo recalcitrante de confundir lealtad con complicidad y de pragmatismo con entrega. Lealtad y Pragmatismo dos términos que mal entendidos nos pueden llevar a repetir la misma historia.
WALTER RAMUA en una actividad de NorteAmplioDDHH X Memoria en Escuela Media de Arroyo Ceibal, años atrás. |