la revolución y la risa
En un contexto
latinoamericano que supone adverso, los Estados Unidos de América comienzan a
mostrar una cierta inquietud sobre gobiernos que en absoluto integran a sus
programas estratégicos disputar la propiedad de los medios de producción. El
socialismo del XXI no es el del XIX, es una suerte de equidad distributiva en
condiciones de garantizar a cientos de millones previsibilidad y certidumbre,
generando estrategias y proyectos de inclusión que limitan liderazgos y
protagonismos que promueven cambios estructurales que parecen viables y
sustentables en teoría, pero que no logran la adhesión de las mayorías.
Hay que preguntarse por
las razones profundas que gobiernan esta renuencia tenaz y perseverante de los
pueblos a considerar la posibilidad de constituirse en actores principales de
procesos radicales. La apelación a una inmadura conciencia de clase de los
oprimidos, permeable a las insinuaciones de la burguesía, es improcedente para
explicarla.
Más razonable se me
ocurre asumir que los pueblos de ninguna manera se experimentan proclives a
jugar sus destinos y bienes y derechos en una única partida decisiva: no en un
casino o en un hipódromo, fustigando la grupa de un equino, por prometedor se
presente por sus brillos y sus bríos, pondrán en vilo un presente y un futuro
que compromete a sus familias.
Elites que hicieron de
la confrontación ruinosa la única y exclusiva manera de experimentarse libres
de toda sujeción y privilegios, con una petulancia y obcecación que algo
tiene de ese gallo tuerto que se estrella contra el alambrado del gallinero por
no admitir que lo que supone lo real es lo que puede registrar con sólo un ojo,
tampoco admitirán una autocrítica tan severa que les deje en pelotas y a la
intemperie. Esa humildad no es suya, le es inaccesible, y nadie puede
exigírsela. Nadie se la exige, claro, piensa la elite, porque todos son
timoratos, vacilantes, cobardes y traidores, porque están entregados.
Lo ridículo de la
conclusión exime de mayores comentarios.
Que una mixtura entre el
capitalismo y el socialismo es posible, y además ocurre, y además es sostenida
por masas de diferentes pueblos, enerva a la elite, la margina de los
imponentes y significativos procesos políticos y socioculturales hoy en curso
en América Latina, impidiéndole incluso compartir la alegría, aunque fuese fugaz,
de los condenados de la tierra.
Como si los
revolucionarios que pretenden ser tuviesen, para que no se les sospeche de
connivencia ni debilidad ante el Imperialismo y la burguesía, expresarse en una
rigidez de las mandíbulas y los miembros, en una suerte de humanidad para la
que el baile y la risa es una concesión al Capital.
CARLOS ECHEGOY ZAMAR
EL AUTOR: Miembro de Norte Amplio DDHH y dirigente sindical del SITRAM (municipales de Reconquista) |